El equipo de investigadores de Google ha anunciado un hallazgo intrigante: la simulación de «vida digital autorreplicante».
El estudio, realizado en colaboración con la Universidad de Chicago, involucra un experimento en el que bloques de código, inicialmente no autorreplicantes, comenzaron a reproducirse a lo largo de millones de generaciones.
Este descubrimiento, descrito en un artículo titulado «Computational Life: How Well-formed, Self-replicating Programs Emerge from Simple Interaction», ha provocado reacciones mixtas en la comunidad científica.
La experiencia utilizó un lenguaje de programación llamado Brainfuck, elegido por su simplicidad, con operaciones limitadas a incrementos y decrementos de un valor.
Miles de fragmentos de código fueron mezclados y ejecutados aleatoriamente, permitiendo que se sobrepusieran unos a otros.
Contra las expectativas iniciales de que los códigos permanecerían desordenados, surgieron programas autorreplicantes que rápidamente alcanzaron el límite poblacional del experimento.
Según Ben Laurie, uno de los autores del estudio, esta auto-organización emergente es sorprendente, pero él enfatiza que «no hubo magia», solo una larga secuencia de eventos físicos.
A pesar del término «sopa primordial», esta experiencia no es una réplica exacta de las condiciones de la Tierra primitiva. Estamos hablando de código de ordenador, no de moléculas orgánicas.
Además, la evolución de la vida implica mucho más que simple auto-replicación. Necesitamos mutaciones, selección natural y una infinidad de otros factores para llegar a organismos complejos.
Es como si hubiéramos dado el primer paso en un viaje de millones de kilómetros. Aún nos queda un largo camino por recorrer.
Será necesario un poder computacional mucho mayor para avanzar más allá de los descubrimientos actuales y explorar plenamente las implicaciones de esta investigación para la comprensión de la vida, tanto digital como biológica.