Por muchos años, el marketing digital se construyó sobre un principio simple: ser visto significaba tener la oportunidad de ser elegido. Basándose en esto, los profesionales crearon estrategias centradas en clics, embudos de conversión y modelos de atribución.
La lógica era clara: publicar, monitorear, optimizar. Era posible seguir el rendimiento de las acciones con paneles de control, métricas e informes. Incluso con limitaciones, había una sensación de control.
Este escenario, sin embargo, está cambiando radicalmente. Estamos entrando en una nueva era, en la que los asistentes de inteligencia artificial, como los modelos de lenguaje generativo (LLMs), están asumiendo el papel de intermediarios en las decisiones de consumo.
En lugar de que los usuarios investiguen directamente, estos sistemas leen, interpretan y ofrecen respuestas listas, basadas en vastos conjuntos de datos.
No hacen clic en enlaces. No siguen embudos. No generan rastros visibles para los analistas de marketing.
Este cambio está haciendo que los antiguos métodos de medición sean prácticamente inútiles. Las decisiones de consumo ahora ocurren en entornos opacos, mediadas por sistemas que utilizan lógica probabilística, contexto y memoria.
Un producto puede ser recomendado debido a una cita en un foro antiguo o a una evaluación positiva en un video sin que esto aparezca jamás en los informes de tráfico.
La consecuencia es clara: las marcas pueden ser olvidadas sin darse cuenta. La ausencia no genera alertas. Solo resulta en menos presencia, menos menciones, menos influencia.
En este nuevo escenario, el desafío del marketing ya no es conseguir clics. Ahora, se trata de garantizar que la marca sea recordada por los sistemas que influyen en los consumidores.