En 2013, Google sorprendió al mercado al anunciar que comenzaría a ensamblar smartphones de Motorola en Estados Unidos, desafiando la idea de que la producción de tecnología de vanguardia solo era viable en Asia. La iniciativa, centrada en la ciudad de Fort Worth, Texas, prometía entregar dispositivos personalizados en pocos días y demostrar que la industria estadounidense aún tenía capacidad para grandes proyectos.
Pero el sueño duró poco: poco más de un año después, la fábrica fue cerrada y Motorola fue vendida a Lenovo.
La propuesta era audaz. La línea Moto X permitiría a los consumidores elegir colores, materiales e incluso grabar frases personalizadas en el celular. Esta personalización, sumada al ensamblaje local, permitiría entregas rápidas a los consumidores de Estados Unidos.
La operación era dirigida por Flextronics, con componentes importados, pero el ensamblaje final se realizaba en el país. El costo de la mano de obra era mayor que en China, pero la empresa creía que la agilidad de entrega y el atractivo patriótico compensarían.
A pesar del entusiasmo inicial, la realidad del mercado fue implacable. El Moto X era elogiado por su diseño y propuesta innovadora, pero sufrió críticas por limitaciones técnicas, como almacenamiento reducido y pantalla por debajo de la competencia.
Motorola también tenía un presupuesto de marketing mucho menor que Apple y Samsung. Las ventas quedaron muy por debajo de lo esperado; mientras Apple vendía 26 millones de iPhones en un trimestre, Motorola vendió menos de 1 millón de unidades del Moto X.
El cierre de la fábrica mostró que los desafíos iban más allá del ensamblaje. La personalización dificultaba la producción a escala, los costos logísticos seguían siendo altos y faltaban proveedores nacionales de componentes.
Aun así, especialistas que participaron en el proyecto afirman que el fracaso no fue culpa de la producción local, sino de la fuerza de la competencia.
Desde entonces, ningún otro gran fabricante ha intentado repetir la experiencia. Con nuevas presiones políticas por una producción nacional de electrónicos, como los recientes comentarios de Donald Trump sobre Apple, las lecciones del Moto X vuelven a ser discutidas, como una advertencia sobre los obstáculos de fabricar smartphones en suelo estadounidense.
