En los últimos meses, una serie de cambios ha sacudido internet, trayendo consigo implicaciones preocupantes para el futuro de la web.
Google, por ejemplo, está revolucionando la forma en que presenta sus búsquedas, eliminando los tradicionales 10 enlaces azules.
Mientras tanto, Twitter enfrenta la pérdida de usuarios debido a la proliferación de cuentas automatizadas y verificadas.
Amazon está lidiando con la invasión de productos de calidad dudosa en su plataforma, y TikTok está pasando por una fase turbulenta.
Paralelamente, los despidos masivos están sacudiendo los medios de comunicación en línea, mientras las empresas buscan «editores de IA» capaces de producir cientos de artículos por semana.
A medida que la inteligencia artificial (IA) gana espacio, se vuelve evidente que la web está experimentando una transformación significativa.
En 2023, surge un nuevo factor de preocupación: la IA está sobrecargando la capacidad de Internet para lidiar con su propia escala.
Mientras antes la web era un espacio en el que las personas creaban y compartían contenido, ahora la IA está asumiendo ese papel de manera avasalladora.
Las empresas desarrollan plataformas sofisticadas y llenas de recursos, permitiendo que cualquier individuo se una a ellas, pero la IA se presenta como una fuerza que desafía esas suposiciones.
Sin embargo, esta creciente influencia de la IA no está exenta de desafíos. Aunque los sistemas de IA, especialmente los modelos generativos populares, pueden producir contenido en gran cantidad, aún enfrentan problemas de calidad y confiabilidad.
Además, estos modelos se construyen de forma parasitaria, basándose en datos generados durante la última era de la web, lo que a menudo resulta en reproducciones imperfectas.
Así, la web se enfrenta a una encrucijada, con la necesidad de encontrar un equilibrio entre el potencial de crecimiento de la IA y las limitaciones impuestas por la calidad y originalidad del contenido que genera.